El sector de la hostelería es un mundo al que unos llegan por propia convicción,  otros por casualidad y los demás como tránsito hacia otras opciones profesionales. Sin duda es una forma dignísima de ganarse la vida y además permite un crecimiento continuo gracias a la práctica o a los innumerables cursos que se imparten de formación. El lugar de trabajo te puede permitir una  mayor o menor libertad de movimientos, pero sin duda es un campo abierto a la creatividad, al ingenio y a la innovación,  además de ser una profesión donde aquellos que demuestran su valía suelen ser reconocidos socialmente. Y es que este trabajo puede darle TODO a uno, pero también quitárselo,  ya que hay que tener en cuenta su difícil conciliación con el círculo familiar y afectivo.

Hoy viajamos a la Isla del Palmar, una pedanía valenciana que se dio a conocer en todo el mundo con la emisión, por Televisión Española, de las series de “La Barraca” y de “Cañas y Barro”, basadas en las Novelas del Ilustre Blasco Ibañez, escritor nacido en Valencia. Ibañez retrató en estas obras la sociedad de aquellos que vivieron en estas tierras a finales del Siglo XIX. El éxito de estas series convirtió a esta Isla en destino turístico de interés universal y desde entonces no ha dejado de recibir visitantes. Debido a ello su oferta hostelera reúne a más de una treintena de establecimientos.

En este contexto se encuentra el Restaurante Bon Aire, un local que siempre ha gozado de buena reputación debido a una cocina elaborada con producto de proximidad, donde abundan pescados y crustáceos del Lago y donde cobran protagonismo propio los arroces. Sin duda el buen nombre de Bon Aire se debe a una familia comprometida con el  entorno y al magnífico engranaje del trabajo en equipo. Pero sin duda Bon Aire alcanzó su cenit con el primer premio a la mejor paella del mundo conseguido por Raul Magraner y su hijo Jordi en el prestigioso “Concurs Internacional de Paella de Sueca”, un evento que reúne a más de 40 de los mejores arroceros de los cinco continentes. Este premio no ha sido el único  conseguido por padre e hijo, sino que llegó precedido de otros no menos importantes además de sumarse después otros para formar un envidiable curriculum gastronómico y profesional.

Raúl es una persona hecha  asimismo, cuyo camino ha transcurrido paralelamente al del restaurante. Su amor por el terruño y por la tradición de este poblado rodeado por las aguas de la Albufera le ha llevado al estudio de nuestro cereal más universal, a tener una cosecha propia que cuida con mucho esmero y a compartir conocimientos con otros compañeros de profesión. Además,  no escatima esfuerzos para promocionar nuestra excelente cocina de los arroces. Incluso es habitual verlo en el CDT impartiendo clases sobre las distintas variedades que se cultivan y sobre su utilización práctica en la cocina.

Su buen hacer en este sector ha sido reconocido reiteradamente, pero quizás el premio más emotivo que ha recibido fue el de hace unos días por el Periódico de AQUÍ, que le reconoció como merecedor del  “Premio a la Gastronomía Valenciana”,

Un trofeo que Raúl dedico su esposa Rosa, a sus hijos, por extensión a toda su familia y especialmente a todos los que componen la firma Bon Aire. Incluso en este momento Raúl no se sintió objeto de este premio sino que lo recogió en nombre de todos. Un gesto más de este enamorado del arroz que ACARICIÓ EL CIELO en el Centro Cultural y Deportivo del Paseo de la Pechina.