Os traemos aquí a un trozo de paraiso en el interior de Valencia, se trata de  Cortes de Pallás, un municipio donde existe un fuerte arraigo por el tradicionalismo local, como demuestran  las actividades artesanas de la recolección de la miel, la producción de aceite, sus vinos o su particular gastronomía.  Las aguas del Rio Jucar o el Embalse del Naranjero y la Presa de Cortes  otorgan a este rincón de valencia una magia especial que llena de belleza cada uno de sus rincones.

Desde Valencia, se accede a través de la A-3 tomando luego la CV-425 y posteriormente la CV-428. El sendero de Gran Recorrido GR-7 atraviesa sus tierras entrando por la Sierra Martés y, cruzando el pueblo, sale por un lateral de la Muela de Cortes.
Cortes de Pallás es un municipio con poco más de 1000 habitantes. Los incendios o el aislamiento de sus gentes por despendimientos de tierra hace apenas un año no han restado ni un ápice de gentileza a sus pobladores,  que te reciben con los brazos abiertos. Tal es la empatía con los visitantes que  cuando te vas de allí,  te embarga una sensación muy especial, como si te dejaras algo muy querido en el lugar,  y te prometes a ti mismo que no pasará mucho  tiempo hasta la próxima visita.

Quisimos conocer de primera mano la gastronomía del lugar por lo que contactamos con nuestro amigo Manel que conoce muy bien el costumbrismo local. Nos llevó a casa de Fortunato y Lila ambos con con más de 80 años, que nos prepararon un gazpacho de pastor, con carne (lo normal es la elaboración de gazpacho viudo, sin carne), como deferencia a la visita. Con harina, sal y agua prepararon la tosta que tendría que ser uno de los ingredientes fundamentales del mismo. Lo hicieron a la forma ancestral, tostando la misma sobre las brasas y aromatizándola con leves golpes de ramas de romero fresco. El resultado final fue espectácular, toda una armonía de aromas, sabor y tradición.

A continuación visitamos el horno de El Balcón,  a cargo de Jose Manuel, mas conocido por el tio Richard, donde nos prepararon unos pan quemaos con masa madre espectaculares, además tuvimos la oportunidad de disfrutar de la colandera (una versión del lugar de la famosa tarta cristina), la torta de chicharrones, las famosas madalenas, la torta mal hecha (versión autóctona de la coca de llanda), pan de bacalao, pan de aceitunas, pan de aceite de oliva virgan, empanadas y tortas con embutido variados.

Seguimos la visita en el Bar de Chema y Eva, personas extraodinariamente afables que nos deleitaron con un arroz de hierbas y un ajoarriero de patatas. El arroz estaba fantástico y  la versión del lugar del famoso ajoarriero también es digno de mención por esos matices que reflejan cada uno de sus ingredientes. Chema tiene también un hotel encima del restaurante con unas diez habitaciones espaciosas y con unas miras maravillosas hacia el centro del pueblo y la montaña. Su hija Nerea nos las enseñó personalmente y quedamos fascinados de la tranquilidad que se respira desde sus balcones. El el bar de Chema conocimos a Vicente, un apicultor que elabora la miel de forma totalmente artesanal, siguiendo la tradición de cinco generaciones, tuvimos la oportunidad de degustarla y aunque no somos notarios, damos fe de su extraordinaria calidad.

De ahi pasamos al bar de Miguel y Andrea que con ayuda de su madre María Angeles, nos preparó un mojete de agua (plato muy parecido a la borreta de la Sierra de Mariola), con bacalao, verduras, patatas y huevo y un gazpacho viudo (mencionado anteriormente). Conocimos a Richard que lleva la cooperativa del pueblo donde preparan un aceite extraordinario. Cooperativa que se puede visitar y aprovechar para llevar este tesoro gastronómico. Tuvimos además la oportunidad de conocer a José Emiliano, otro de los apicultores locales, que aprovechan la gran extensión de los arbustos de romero para elaborar una miel excepcional y también a  Francisco y Maria, dos biólogos que conocen a la perfección la microfauna del lugar y que han recuperado especies casi desaparecidas. Ellos organizan excursiones para  aquellos que deseen conocer más a fondo toda esta riqueza botánica.
Terminamos la ronda gastronómica en el Bar del Tio Fortunato que ahora llevan sus hijos Maria Eugenia y  Oscar los cuales nos explicaron otro de los platos tradicionales del lugar, la famosa Olla de Cortes, que como la de Buñol esta elaborada a base de carne de cerdo, alubias pintas pequeñas y arroz. También en este bar se pueden alquilar habitaciones para los visitantes.

Por los alrededores nos encontramos con liebres y perdices en la misma carretera y pudimos visionar una manad de cabras montesas. Por un momento se nos olvidó que estábamos en el Siglo XXI. Por tiempo no pudimos realizar el viaje en barco por el Rio Jucar, una de sus más famosas rutas fluviles, pero en otra ocasión seguró que lo haremos.  Nos vamos con muy buenas sensaciones, repetiremos.