Fernando Navarro es un joven cocinero natural de Serra (Valencia), un maravilloso enclave a los pies de la Sierra de la Calderona. Un lugar tranquilo, de gentes sencillas que viven la vida a un ritmo diferente de los que vivimos en las grandes ciudades.  La localidad, de  calles tortuosas y empinadas vive tradicionalmente de la agricultura. Concretamente,  el cultivo de la cereza marcó su destino hasta que una plaga acabó con este motor económico del pueblo. Hoy muchos de sus moradores siguen dedicándose a la agricultura, pero también existen otras actividades como la recolección de la miel, artesanos de la repostería, locales hosteleros y guías turísticos que recorren los innumerables caminos y rutas senderistas de la zona.

Este bello paraje vio nacer a Fernando, una persona querida por sus vecinos cuyo carácter fue forjado por este maravilloso entorno. En plena  adolescencia decidió cambiar el Instituto por la Escuela de Hostelería de Castellón para formase como cocinero, profesión que le atrajo desde muy pequeño.  Allí pasó cinco años en los que hizo grandes amigos, como  Iván Talens, uno de los “bartenders” españoles más relevantes. Iván con sólo 18 años trabajo en restaurantes de gran relieve, uno de ellos fue La Broche, de Sergi Arola, en Madrid. Más tarde ejercería la Presidencia de la Asociación de Barmans de la Comunidad Valenciana.  Fernando e Iván congeniaron desde el principio por tener similares sueños y esperanzas.

Fernando estudiaba de lunes a viernes y trabajaba los fines de semana de ayudante de cocina en distintos establecimientos. Sus medios económicos no eran muy boyantes y además tenía la firme convicción de que la práctica era el mejor complemento para los estudios. Siete días a la semana dedicados a su gran pasión lo convertirían años después en una de las promesas de la cocina valenciana.

Sus inicios profesionales tuvieron lugar en Serra a las órdenes de Julián del Restaurante Ferri y de Vicente Granero. En ambos establecimientos asentó gran parte de sus conocimientos y aprendió otros conceptos nuevos. Después paso a trabajar al Restaurante Rossinyol de Náquera, en donde estuvo algo más de 20 años junto a Vicente Bonillo, un magnífico jefe de cocina que además era uno de los dueños del local.  El Rossinyol se convirtió en la Universidad culinaria del joven chef. Entró como ayudante y acabó como jefe de cocina en una época de ritmo frenético en la que se celebraban eventos casi todos los viernes, sábados y domingos, además de ofrecer sus habituales servicios de restaurante en otro salón del establecimiento.  Aquí Fernando adquirió las tablas necesarias para comandar grandes equipos y organizar los menús de numerosos eventos. Además se compró una pequeño moto con la que iba a Valencia a hacer diferentes cursos cuando acababa el servicio en el Restaurante. No había tiempo para relajarse si se quería formar lo mejor posible.

Durante su estancia en el Rossinyol cosechó más de 40 premios gastronómicos en eventos para profesionales del sector. Uno de ellos fue el Concurso Internacional de Fideuá de Gandía. Como anécdota señalar que años después y con motivo del 25 aniversario de este Concurso participaron todos los que lo habían ganado anteriormente y Fernando volvió a ganar el primer premio. Pero si existe algún reconocimiento especial y emotivo para Fernando ese es sin duda el que recibió de Vicente Granero al nombrarle “Caballero de la Catana”, durante la celebración de sus conocidas Jornadas de la Matanza.  En el Rossinyol conoció a Teresa, joven ayudante de cocina con la que años más tarde se casó.

En el año 2015, Fernando y  su gran  amigo Marce decidieron apostar por un proyecto propio, buscando un local para dar rienda suelta a todo lo que llevaban dentro y además les permitiera crecer como profesionales y así llegó la oportunidad de abrir de nuevo un emblemático establecimiento valenciano “El Goya”, que rebautizarían como Goya  Gallery Restaurant, reformándolo  hasta convertirlo en un  local suntuoso, elegante y al mismo tiempo acogedor.

Ya desde su nueva inauguración el local fue un auténtico éxito y sería reconocido tres años después por la Guía Michelín al incorporarlo como uno de los Bib Gourmand en su revista gastronómica anual de locales recomendados, donde sigue estando en la acutalidad. Michelín también escogió a Fernando entre un elenco de chefs valencianos, en el que también hubo cocineros con  estrella Michelín, para presentar la nueva Guía en Madrid ante un numeroso grupo de medios de comunicación.

La aparición del Covid ha hecho estragos en el sector de la restauración y Goya no ha sido una excepción, pero poco a poco va retomando el lugar que le corresponde en la gastronomía valenciana a fuerza de tesón y sacrificio y ese amor que Fernando siempre ha tenido y tendrá por la profesión. Goya es un templo de la buena cocina, del respeto al producto y al compromiso con todos los que cruzan el umbral de su puerta en cada uno de sus servicios.